lunes, 29 de septiembre de 2008

Aquí cabe todo



"Porque hoy no encuentro mayor metáfora que la vida"


¿Quién sabe dónde comienza la raíz de su temprano desarraigo? ¿Qué aldea, río, casa o similar los ha visto migrar con apenas diez años? ¿Qué abuelos, padres, madres, amigos o hermanos han dejado atrás a un golpe de cabina o locutorio - que hoy en día es la casa de dios? ¿Qué familiares o conocidos han perdido entre hambrunas, inundaciones, mafias, desiertos o pateras? ¿Qué dolor tan fuerte arrastran y qué alegría y empeño le ponen a sobre-vivir?

Los veo cada día sonrientes, algunos sin libros, sin libretas, sin abrazos, con madres que trabajan tantas horas… Los veo sin idioma en intervalos, sin patria, sin aromas, aprendiendo lo dura que es Europa, abrazando con fuerza sus orígenes, poniéndolos con tiza en la pizarra… La música me los llevó de vuelta, aflojaron los pies y hasta bailaron, sentad@s en sus sillas catalanas… En mi clase, hoy y siempre, cabe todo... del raï al reggaeton.

Pd: sirva de homenaje a mis nuev@s alumn@s de este año venidos de lugares tan dispares como: Rusia, Chile, Bolivia, Ecuador, Bangladesh, Marruecos, Argelia, China, Cuba, República Dominicana, Polonia, etc.

sábado, 27 de septiembre de 2008

Reconciliándome



Yo siempre fui mujer de otoño, nariz de lluvia pegada a la ventana, calles de lluvia sin paraguas, paraguas abiertos a deshora y hojas caducas. Yo siempre fui tronco desnudo delante del espejo, confidente de un sol en retirada que chochea en sus últimos destellos, con la resignación sensata de lo viejo, del reloj que adelanta.



Yo siempre fui mujer de otoño. Dadme un hombre y una estación del año. Dádmelo a él y yo saciada. Dadme el ansiado descenso a los infiernos, amor correspondido entre fogones, jazz -siempre jazz, porque Autumn Leaves ¡Qué coño!- y Vida (o vida-muerte, ya lo sé).



Lo admito, yo siempre fui mujer de otoño, loba de manada de dos, no busco conclusiones ni promesas, tampoco busco historias que contarme, me explotan cada día en las narices, las miro, las retengo, desdibujo, mezclo en la batidora...




¿yo?




poeta

sábado, 13 de septiembre de 2008

CONSEJOS VARIOS PARA UNA NOCHE DE PELÍCULA




“Roxanne
You don't have to put on the red light[1]
THE POLICE

Queridísimo Adán,
adiéstrame (si puedes).
Haz gemir las esquinas de este saxo tenor.
Ponte las esposas de fieltro
que compré para ti.
Te espero en la doble puerta del infierno,
con todas las luces encendidas.
Estoy dispuesta a quitarme las alas a la vez que el vestido.

Baja, nota a nota, tu escala jazzística
por mi espalda de humo,
abandónate pagano al sí bemol,
agarra el quejumbroso saxo soprano
y toca otra vez,
toca otra vez Roxanne.

Recuerdo una película. Ella fumaba.
"Play it, Sam. Play 'As Time Goes By." [2]
Tócala Sam.
Hunde de nuevo tu boca
demoníaca en mi vientre,
llena el saxofón de los fluidos transparentes
que decoran tu barbilla,
engánchate a la dureza desafiante del pezón,
acaricia el falo amarillo
y toca otra vez,
toca otra vez Roxanne.
Tócala Sam. Tócate Sam."You played it for her, you can play it for me...
If she can stand it, I can! Play it!"
[3]
Toca otra vez.
Quiero morir de placer.
“Roxanne
You don't have to put on the red light”.


[1] “Roxanne, no tienes que encender la luz roja”.[2] "Tócala, Sam. Toca 'El tiempo pasará". Ilsa (Ingrid BergmanI) en Casablanca de Michael Curtiz,, 1943.[3] “La tocaste para ella, tócala para mí... Si ella lo resistió, yo también. Tócala”. Rick (Humphrey Bogart) en Casablanca.
(Ayer vi un documental sobre Coltrane y hoy me apetece rescatar este poema de las profundidades de mi blog, pertenece también a La espalda de Lilith)



jueves, 11 de septiembre de 2008

Volvamos a la irrealidad


negrescolor

Nunca supe, creo que tampoco he querido, caminar al lado de la vida como si ésta no fuera conmigo. Mis padres no me educaron para pasar de largo, ni en la resignación. Así que siempre que comienzo una etapa nueva, en mi día a día hay revoluciones y en mis pensamientos batallas o sucedáneos. Emprendo de nuevo mi tarea de docente y me absorbe por completo, y no hablo aquí de la materia que enseñaré, sino de la vida que rodea a miles de personitas que como yo son profesores de secundaria en la enseñanza pública.

Este año vuelvo a estar en un barrio marginal y mi instituto es el único público del barrio, mis alumnos serán en su mayoría: hij@s de familias obreras, con poca formación intelectual (que no de vida); hij@s de migrantes de clase baja de muchos países diferentes, pobres en recursos y algunos, por desgracia de las circunstancias, en cariño; hij@s de familias desestructuradas con problemas de drogas, sida, cárcel, clandestinidad y me temo que también de hambre…

La lista de mi tutoría es muy difícil de pronunciar (pero ensayaré), veo que en el centro ha habido algún caso de acoso y que hay varios chavales bastante conflictivos, ya fichados por la policía, ¿carne de talego antes de los 12?…

Y es una pena pero ésta es una parte de la realidad, ésta es mi pequeña lucha política, y ésta es la vida que de nuevo me duele… ¡Va a hacer falta mucho amor!

Un compañero me dijo ayer que si sólo estuviera en la enseñanza por los contenidos, por la materia, estaría quemadísimo y lo dejaría todo, que él seguía creyendo en todo lo demás, en "educar"…

Nada amores, vaya rollo, pero es que andaba yo sumida desde hace dos semanas en mi nueva realidad, y de pronto me ha llegado un mail de negrescolor que me invita a acariciar juntos esa bola que llamamos arte y he leído un par de entradas hermosas en el blog de la Maga y he vuelto por unos instantes a mi fantástica "irrealidad", y a esta (mi/vuestra) casa ¡Qué gustazo!

jueves, 4 de septiembre de 2008

Pre-texto



Bar-Du-Soleil-1961 by Henry Clarke


Conocí a Helena en el metro, concretamente en Miles Davis Station, lo cual sería algo a celebrar, si no fuera porque ella había quedado allí con Peter, mi Peter, y en principio no era más que otra mujer que añadir a la lista de lo que él llamaba sus “putitas ocasionales”. De qué coño hacía yo, una mujer culta ya bien entrada en los cuarenta, con un cabrón misógino como Peter –aparte de joderme la vida- os hablaré en otro momento. Ahora quiero remitirme a la escena.

Allí estaba él, en la plaza central, con su pelo canoso e impecablemente vestido, haciendo sonar la trompeta y tocando So what. Se notaba a la legua que no era un músico del metro sino un intelectual, la computadora tirada en el suelo y un buen par de libros lo delataban. A su alrededor un montón de jovencitas, atraídas por esa magia brutal que desprende Peter y que tan bien conozco, y al fondo – como si la escena no fuera con ella: Helena, con un sombrero negro de bombín a lo Sabina. Con el mismo tipo de sombrero, con el que yo me había presentado a la primera cita con el que hoy era mi marido hace ya 20 años. Otra literata pensé. Y a este cabrón todavía le funciona el truco.

Helena era más bien alta y terriblemente delgada, su aspecto era desvalido y frágil, aunque ella intentara ocultarlo tras sus tacones de aguja, sus medias de rejilla y una marcada línea de Kohl. Miraba a su alrededor con aire distinguido, como si las cosas triviales no fueran con ella. Se acercó al músico y Peter desafinó una nota. Un paso de nuevo y una nota perdida más. Otra jovencita atormentada deseosa de convertir su vida en novela, pensé. Otra creadora innata, me dije a mí misma, y Peter, el pre-texto.