viernes, 30 de enero de 2009

Fontana delle Tartarughe



Como cada noche Noema se acercaba reptando a su cita. Y digo reptando en honor a su afición a las serpientes, y no cojeando en honor a la verdad. Como cada noche Noema se calzaba el sombrero negro de fieltro en la cabeza y se olvidaba del vaivén poco afortunado de sus caderas en los días en que la coja del paraíso volvía a instalarse en su nervio ciático o danzaba alrededor de su rótula.

Como cada noche Bronce la esperaba inmóvil, callado, incapaz de librarse del agua que Giacomo della Porta había querido -hace cinco siglos- que le lloviera encima. Como cada noche Bronce desistía que la maldita tortuga entrara en el tazón y aguardaba a su dama, excitado, manierista, totalmente fuera de quicio.

Ella pasó por delante de la Fontana dei Fiumi, y saludó a Ganges, aquel mozalbete de Bernini con el que había compartido tan buenos momentos en el pasado, cuando entre las cualidades de su hombre ideal primaban la estabilidad y el mármol. Ganges la miró con reserva y retorció un poco más su cuerpo barroco de efebo blanco, enfurecido y celoso.

Como cada noche Noema serpenteó por las calles del barrio judío y se dirigió dando un rodeo -imprescindible perderse- a la Piazza Mattei. Como cada noche miró los ríos que surcaban el torso húmedo de Bronce, metió la mano en la boca del delfín y notó un suave cosquilleo en el estómago. Bronce esbozó una sonrisa cómplice, así como estaba, pati-abierto, dispuesto a todo. Como cada noche Noema apagó de una pedrada la única farola naranja y se oyeron música y suspiros. Ah, se me olvidaba, en Roma casi nunca suena jazz…

domingo, 25 de enero de 2009

Paseante nocturna




En la ciudad eterna, envuelta en brumas, abrazando la historia, diluída entre piedras y columnas, mimetizada con un paisaje urbano que da vértigo de tanta belleza. En la ciudad eterna, buscando el claroscuro que da color a la vida, enamorándome de las estatuas, hablando en verso. Sobre los negros adoquines, bajo las luces solitarias de farolas naranjas, mi alma (etrusca, romana, renacentista, barroca), mi alma vieja (las que me conocéis bien sabréis por qué lo digo) busca el agua purificadora que brota incesante de cada una de sus fuentes.

domingo, 4 de enero de 2009

Envuelta en plumas





Empecé el año envuelta en plumas. Era un traje negro de raso, de corte retro, sencillo, a excepción de una borla de plumas negras que estaba cosida a su bajo. Llevaba sobre él un corpiño también negro, de pasamanería, muy fino y con corchetes, una delicia… No es que fuera a ninguna fiesta de gala, es que yo estaba de gala, por dentro y por fuera, y aunque suene raro en mi perfeccionismo, llena de un montón de des-propósitos para el 2009.


Ayer me enteré, vía la anfitriona de la cena, que uno de los invitados le había preguntado si yo (la del vestido de plumas) era una persona normal. Fue el mismo día en que una antigua compañera de piso mexicana, muy querida por cierto, me dijo que la nostalgia le ha llevado a encontrar a otra compañera como yo (palabras de ella): poeta, que se levanta con las pilas puestas preparada para una conversación profunda sin apenas desayunar (mueca de "Dios me libre"), se muestra extraña -incluso desaparecida dentro de la casa- o antisocial cuando escribe durante varios días seguidos (mueca de "yo existo"), y que a las ocho de la noche de un día cualquiera ya está con su “albornoz azul” (mueca irónica de "vaya fiestón", mezclada con sonrisa de ternura), dispuesta a sumergirse en el silencio de la lectura o la escritura…

Empecé el año dispuesta a recuperar una a una todas mis máscaras, a volver a mis viajes literarios (en dos semanas parto para Roma), a subirme de nuevo a los escenarios (incluido el de tu estudio, Maga de mi vida), a aullar (en inglés o en castellano, Tinker Bell tú mandas), a volar a Paris, a Santiago o a Venecia de nuevo, a bohemiar (sola solísima o en compañía de mis musas), a mimar a Lilith