jueves, 17 de enero de 2008

Perdón por la prisión del deseo...


Sombras-de-palmeras- John carroll Doyle




Perdón por la prisión del deseo,
perdón por la última visita al desengaño de la mano de A. Roselli,
perdón porque no tenemos claros los límites de la mediocridad
y cruzamos el control de equipajes
sin nadie que declarar,
perdón por esperar como T. Kamenszain
que alguien nos vea por primera vez a pesar de ser rubias,
perdón por recurrir a las drogas y pretender que nada ocurre
cuando nos engulle la ciénaga,
perdón por inventarnos ciénagas y espantos cuando hay nubes,
perdón por las nubes que nunca debieron existir
porque somos adultos y ya sabemos que no hay cielo.
Hay un asesino entre nosotros que campa a sus anchas por las sábanas vacías,
nadie sabe de dónde le viene esta afición a descolgarse por el muro
para huir,
nadie sabe por qué tenemos esta tendencia compulsiva a suicidar las relaciones,
-dicen que es cosa de mujeres-
supongo que es la muerte blanda de los relojes
la que nos empuja al todo o nada,
o el pánico paralizante de convertirnos en farolas
y que no nos amen ni las prostitutas,
o el miedo a no parir después de mil esquinas...

Perdón por no saber querer de otra manera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

gracias por querer como sólo tú sabes, a pesar de ser rubia.