
Cotton Club by Michael Ochs
“Song is the wind time of memory”
James Maher
Tal vez estoy en 1944. Paseo por una calle que supongo que es La Calle. No lo sé por las luces de los clubs, ni por la gente que corre alborotada de uno a otro. Lo sé por el viento. El viento que sale arrasador de una de las siete puertas. El viento que compite con otros vientos. El viento que no tiene rival y que me llama como si fuera el mismo flautista de Hamelin. El viento de Bird.
Suena de fondo Groovin High. Tal vez estoy en 1944. Distingo ahora la trompeta de Guillespie. Duelo de vientos dirigiendo mis pasos autómatas hacia el Three deuces. Entro y oigo humo, veo humo, inhalo humo. Un humo denso y espeso que rodea los pocos focos que apuntan al quinteto. Una pequeña plataforma. Los músicos amontonados. La sala llena de rostros. Intento buscar un asiento vacío. Un lugar donde incorporarme al cuerpo de la multitud que me engulle. Llevo mi saxofón conmigo y es mi único pasaporte. Un saxo alto y una dosis. Tiemblo. Creo como Bird que uno entra en casa cuando tiene una aguja clavada en el brazo.
Hace un par de años que emulo sus solos. Quiero tocar como Bird. Ser como Bird. Tal vez estoy en 1944. El mundo está en guerra. Los muchachos al otro lado del atlántico bailan swing a escondidas. La palabra jazz está prohibida por los nazis. Aquí el jazz es ahora bop. Busca aires nuevos. Como todos los franceses y alemanes que bailan en nombre de la libertad. Como todos los boppers que escuchamos discos para escapar de la miseria. Como ella que ahora entra en la sala y deja salir su viento de tristeza con Strange Fruit. El silencio es nuestra forma de respeto a Lady Day. Callamos todos.
Estreno traje negro. Camisa blanca, sombrero nuevo. Todo lo que la mayoría blanca puede permitirse. Lo que les está prohibido a los que llaman “gente de color”. Tal vez estoy en 1944 y aún reina el infierno de la segregación. Pero el jazz no es así. El jazz es furia, viento. El viento que agita los manteles blancos y rojos al ritmo de las palmas de todas las manos. El que mueve el humo de todos los cigarros. Está prohibido el Lindy hop, han cerrado el Savoy y ya no se nos permite bailar juntos. Pero soñar juntos sí. Hacer el amor juntos sí. Morirse juntos fumando marihuana y escuchando Koko o Billie’s Bounce de Bird. Eso no pueden evitarlo.
Tal vez estoy en 1944 y soy un hombre blanco adicto a la heroína. Tal vez trabajo en una oficina y soy un abnegado padre de familia. Tal vez de noche me gusta volar. Venir al Three Deuces normalmente solo. Ganarme mi espacio entre el humo y la multitud de sombreros. Acariciar con la vista a alguna chica nueva. Mirar la sonrisa traviesa de Bird, las enormes mejillas de Dizzy y soñar, soñar por última vez, por si mañana muero, que suena un saxofón increíble y que, cuando sopla el viento, yo soy negro.
Apéndice- Three Deuces.
Como cada noche Noema se acercaba reptando a su cita. Y digo reptando en honor a su afición a las serpientes, y no cojeando en honor a la verdad. Como cada noche Noema se calzaba el sombrero negro de fieltro en la cabeza y se olvidaba del vaivén poco afortunado de sus caderas en los días en que la coja del paraíso volvía a instalarse en su nervio ciático o danzaba alrededor de su rótula.
Como cada noche Bronce la esperaba inmóvil, callado, incapaz de librarse del agua que Giacomo della Porta había querido -hace cinco siglos- que le lloviera encima. Como cada noche Bronce desistía que la maldita tortuga entrara en el tazón y aguardaba a su dama, excitado, manierista, totalmente fuera de quicio.
Ella pasó por delante de la Fontana dei Fiumi, y saludó a Ganges, aquel mozalbete de Bernini con el que había compartido tan buenos momentos en el pasado, cuando entre las cualidades de su hombre ideal primaban la estabilidad y el mármol. Ganges la miró con reserva y retorció un poco más su cuerpo barroco de efebo blanco, enfurecido y celoso.
Como cada noche Noema serpenteó por las calles del barrio judío y se dirigió dando un rodeo -imprescindible perderse- a la Piazza Mattei. Como cada noche miró los ríos que surcaban el torso húmedo de Bronce, metió la mano en la boca del delfín y notó un suave cosquilleo en el estómago. Bronce esbozó una sonrisa cómplice, así como estaba, pati-abierto, dispuesto a todo. Como cada noche Noema apagó de una pedrada la única farola naranja y se oyeron música y suspiros. Ah, se me olvidaba, en Roma casi nunca suena jazz…
A María Alicia G. que acaba de mandarme un poema inspirado en Hedonia desde Buenos Aires, que forma parte de su último libro, gracias mujer hermosa por alegrarme el día y pasear Hedonia por tu ciudad.
A veces una necesita una buena bolsa de agua caliente, especialmente si su compañero de vida y lecho anda de bolos y dicen por la tele (¿por qué vería yo al hombre del tiempo?) que hay una nueva ola de frío polar. A veces, una necesita una buena bolsa de agua caliente que pegarse a los riñones cuando, por avatares de la vida, no está la espalda conocida o el dueño del abrazo mata-insomnios. Otras, como ayer por la noche, después de meterme con mi hombre y la bolsa en la cama, compruebo que el objeto -de golpe innecesario, hasta molesto- permite regresiones al pasado… Hubo, hace mucho tiempo, una bolsa de cuadros rojos que perteneció a mi abuela andaluza- mujer de palmito trenzado en verano y bolsa caliente en invierno, con la que yo de niña adoraba dormir-, después vino Bugs Bunny (Martita la tuya era Silvestre), una muñeca con mi nombre (que no daba calor pero sí reconforte), un gran amor, amantes hermosísimos y efímeros, un bebé negro con alas de plástico, amantes-personaje que duraron toda una eternidad... He soñado algo extraño: con un nuevo programa buscaba a uno de ellos en el ordenador (a mí lado su novia oficial de entonces, mi compañera en el periplo) y obtenía toda la información privilegiada de su vida amorosa. Tuve miedo en el sueño (celosa de mi intimidad) de que alguien pudiera hacer lo mismo con la mía y me pregunté por qué ella y yo, después de tanto tiempo y tanto “amor-odio” mutuo, al ver los resultados teníamos la misma reacción: hastío, indiferencia. Hubo un tiempo en que me gustaba muchísimo dormir sola y las bolsas de agua caliente andaban de paso.
ando lejos
camino a tientas
alargando
las manos sin orilla
de bata azul (sucedáneo de pijama)
cinto ceñido de samurái-maruja
color negro
ando lejos
tan margen
que vendí
sarcástica (hasta fría)
el horizonte
por un halo de vidadejándote tirada en una mueca
después de tantos años de arrastrarte
por losa o por petate
tengo sobre la falda
G. D. poesía española
antología
edición de mi padre
libro viejo
precio en lápiz de pocas pesetas
le fleurs du mal
sed non satiata
nunca nunca nunca
Hypocrite lecteur
mon semblable
number 4 city lights
howl
A. G.
tapa dura
llegado en vientre amigo
desde San Francisco
transparentes y alegres"
"Porque hoy no encuentro mayor metáfora que la vida"
¿Quién sabe dónde comienza la raíz de su temprano desarraigo? ¿Qué aldea, río, casa o similar los ha visto migrar con apenas diez años? ¿Qué abuelos, padres, madres, amigos o hermanos han dejado atrás a un golpe de cabina o locutorio - que hoy en día es la casa de dios? ¿Qué familiares o conocidos han perdido entre hambrunas, inundaciones, mafias, desiertos o pateras? ¿Qué dolor tan fuerte arrastran y qué alegría y empeño le ponen a sobre-vivir?
Los veo cada día sonrientes, algunos sin libros, sin libretas, sin abrazos, con madres que trabajan tantas horas… Los veo sin idioma en intervalos, sin patria, sin aromas, aprendiendo lo dura que es Europa, abrazando con fuerza sus orígenes, poniéndolos con tiza en la pizarra… La música me los llevó de vuelta, aflojaron los pies y hasta bailaron, sentad@s en sus sillas catalanas… En mi clase, hoy y siempre, cabe todo... del raï al reggaeton.
Pd: sirva de homenaje a mis nuev@s alumn@s de este año venidos de lugares tan dispares como: Rusia, Chile, Bolivia, Ecuador, Bangladesh, Marruecos, Argelia, China, Cuba, República Dominicana, Polonia, etc.
Nunca supe, creo que tampoco he querido, caminar al lado de la vida como si ésta no fuera conmigo. Mis padres no me educaron para pasar de largo, ni en la resignación. Así que siempre que comienzo una etapa nueva, en mi día a día hay revoluciones y en mis pensamientos batallas o sucedáneos. Emprendo de nuevo mi tarea de docente y me absorbe por completo, y no hablo aquí de la materia que enseñaré, sino de la vida que rodea a miles de personitas que como yo son profesores de secundaria en la enseñanza pública.
Este año vuelvo a estar en un barrio marginal y mi instituto es el único público del barrio, mis alumnos serán en su mayoría: hij@s de familias obreras, con poca formación intelectual (que no de vida); hij@s de migrantes de clase baja de muchos países diferentes, pobres en recursos y algunos, por desgracia de las circunstancias, en cariño; hij@s de familias desestructuradas con problemas de drogas, sida, cárcel, clandestinidad y me temo que también de hambre…
La lista de mi tutoría es muy difícil de pronunciar (pero ensayaré), veo que en el centro ha habido algún caso de acoso y que hay varios chavales bastante conflictivos, ya fichados por la policía, ¿carne de talego antes de los 12?…
Y es una pena pero ésta es una parte de la realidad, ésta es mi pequeña lucha política, y ésta es la vida que de nuevo me duele… ¡Va a hacer falta mucho amor!
Un compañero me dijo ayer que si sólo estuviera en la enseñanza por los contenidos, por la materia, estaría quemadísimo y lo dejaría todo, que él seguía creyendo en todo lo demás, en "educar"…
Nada amores, vaya rollo, pero es que andaba yo sumida desde hace dos semanas en mi nueva realidad, y de pronto me ha llegado un mail de negrescolor que me invita a acariciar juntos esa bola que llamamos arte y he leído un par de entradas hermosas en el blog de la Maga y he vuelto por unos instantes a mi fantástica "irrealidad", y a esta (mi/vuestra) casa ¡Qué gustazo!
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Christian Coigny
Vine al mundo para dormir sobre un espejo, para que su helada superficie me devuelva, con cada mínimo roce, la belleza que me quita. Creo que existo para entrar en una habitación a oscuras e iluminarla entera. No es soberbia, es exactitud. Al cruzar una sala, atraigo inmediatamente todas las miradas. Camino despacio, felina, altiva. Me comporto distante pero clavo los ojos con fina precisión. Ellos sacan pecho, se rozan el cabello, ladean las cabezas, sumisos (algunos tal vez estúpidos). Ellas se plantan a su lado marcando su posición. Cuando es así, los miro más aún, hasta que tiemblan, hasta que ella le increpa.
Ocupo mi lugar solitario en la barra y normalmente elijo bien mis piezas. El chico tímido, mi favorito, no se moverá nunca. Si lo hace, si entra en el juego, tal vez pierda sus puntos en la conversación, a no ser que tenga unos ojos poderosos, entonces los perderá en el lecho, y las dos o tres noches (si salva la primera y no gatilla) me obligarán a deberle una ruptura digna de una relación. Si no acepta el adiós se volverá loco y deberé protegerme de nuevo; si es listo, si acepta las disculpas (en las que por no herirle, de nuevo mentiré y le diré que no sé amar, que él no tiene culpa), resarcido en su ego, elegirá a la mujer que quiera y la hará suya, la cuidará con esmero y ella me mirará con miedo. Eso sí, será amable conmigo, tanto que me hará sentir incómoda.
Mi mejor espejo es el otro: el otro que se aviva como el fuego al mirarme, el otro que me desea miedoso y que no me tendrá nunca, el otro que me embiste a solas, como quien hunde su puño en un delicado jarrón de porcelana. El otro, la otra. La que me acaricia con el amor de la envidia, la que anhela que me acueste con su hombre para que éste suba un escalón y llegue al pedestal, la que no tiene su fuego ni su locura pero sí una esperanza de futuro…
El último don Juan, el pavo real, el hombre maduro (generalmente artista o intelectual, generalmente poderoso) abandonará su harén de “Evas” y se acercará. A veces lo harán dos a la vez, lanzarán el guante para mi deleite, y herirán sus egos mutuamente hasta que yo me decante por alguno. El más diestro en la conversación, el que use menos tópicos, el que esté dispuesto a soportar una buena disertación intelectual hasta altas horas de la mañana, el que sepa discutir… ése tendrá el privilegio de disfrutar de mis palabras, de un suave beso en los labios y de una larga espera. No doy teléfonos. Sólo los cojo. Sólo yo elijo. No sé si mañana al despertar la misma persona me resultará interesante.
Un apunte, cuanto más herida esté por dentro, cuanto más descompuesto el puzle, cuanto menos me aguante a mí misma… más bella seré, más serenidad en mi rostro, más hermosas, ceñidas y resaltadas irán mis curvas, más negro en mis ropas, más profundidad tendrá mi mirada, más rouge, más kohl, en fin, cave canem.
Una de Morgana
La pasión de Morgana
Un día llega un golpe de viento y se los lleva lejos. Así de hostil es mi ciudad, laye, albergue de extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes. Así de hostil es todavía tu ciudad Jose Agustín.
Un día llega un golpe de viento y se los lleva lejos. A algunos para morirse antes de tiempo, como la Mercé, que se fue caminando a Marruecos, un día sin avisar y nuestro amigo Albert Compte, que se marchó con aquellos unicornios verdes a su tierra: Girona, y su enfermedad no le dejó volver jamás. Me consuelo un poco, me quedan sus versos…
Primero se fueron los chilenos, aunque algunos resisten todavía. Se fue mi amiga Cynthia, la que leía como nadie el “Tango del viudo”: Oh, maligna. Se fue mi amor chileno, mi escultor, que anda todavía por Europa (viviendo en una antigua estación de trenes convertida en casa-taller), algún que otro poeta y un par de buenos amigos cineastas… Lo que más echo de menos de todos ellos es su noción del arte: a cualquier hora, en la calle, en el metro, en los bares, para el pueblo y sin pagar. Joder, lo que se supone que debería ser el arte ¿no? Sé que algunos continúan construyendo utopías y han creado una furgoneta-biblioteca andante que recorre los pueblos de los Andes. Son así.
Luego se fue Jan, mi gran amiga inglesa, conocida en un supermercado, mujer de mundo y de grafitis. Se fue para curarse de una grave enfermedad. Y luchó y se curó, pero aún no ha vuelto, me queda la esperanza.
Se fue Mónica, mi Tinker Bell, primero a París, después a Boston, y finalmente a vivir, a parir y a estudiar a Galicia. Ella y Nora están ahora "back home after a long journey”, y no sé cuánto durarán por aquí, pero pienso disfrutarlas.
Se fueron los que emigraron a pueblos cercanos, a un golpe de tren: Marc, Aran, David e Inés.
Se fue Anna, la de Valencia, a viajar un año y se quedó en Bolivia, y Jeanmi, y la Joana, que al final sigue erre que erre en Madrid.
Se fue Nuria, con sus vídeos y sus disparates que tanto me hacían reír.
Se fue Miguel Ángel, (nuestro médico junto con David, Inés y la doctora Queen) y con él su familia cada vez más grande. Eso sí, a Valencia, que está cerquita.
Se fue Amarela, nuestra Ama, a su DF, y por dios que la sigo echando tanto de menos que la veo en todas partes. Si no que se lo digan a Mar que le pasa lo mismo.
Ahora se va Guillermo, mi antigua pareja, con el que compartí seis años de mi vida y es uno de mis mejores amigos. Se va bien, después de 13 años en esta ciudad, a la que yo vine a vivir por su amor hace ya mucho y donde he construido mi hogar y me he quedado. Espero, como decía Miguel Ángel que los vientos le sean favorables. Echaré de menos su serenidad en la palabra y en la mirada.
Me siento sola. Sé que tengo a mi hermana, a mis poetas, a una gran colla de amigos castelloneros (que no sé porqué pero no nos volvemos) y sobre todo a mi pareja actual. Pero esta noche no puedo evitarlo: maldigo mi ciudad, me invade la nostalgia, lloro y echo de menos.
Supongo que mañana saldrá el sol.
Pd: la foto es de una casa donde pasé algunos de mis mejores momentos en Barcelona. Un buen día, también se fue, pero antes se tiró por la ventana. Otro día os lo cuento...